Almudena

Almudena, que lindo nombre.

Lástima que no conozco a ninguna. Me encantaría conocer a una Almudena. Es como una mezcla entre almendra y alma, dos palabras bellas que tienen el mismo color. Si pienso en Almudena aparece naturalmente esa textura femenina. Color almendra, tostada; ese debería ser el tono que descansa sobre sus hombros. Alma color almendra o “Alma de Diamante” de Almendra. ¿O era de Spinetta? Es igual, Spinetta era Almendra y almendra es Almudena.

¿Como ha llegado Almudena hasta acá? Cuando oigo hablar a una chica española pienso cual podría ser su nombre. E involuntariamente, con los ojos nublados, la vuelvo a escuchar; y vuelvo a pensar, que nuestros nombres definen nuestra personalidad, definen qué sonido somos en el mundo. Imagino a Almudena y ya la conozco. Cálida, afable, no siempre introvertida; ojos grandes, sonrisa fácil y cuello infinito.

En Berlín escucho a una persona de habla hispana caminar detrás mío. Almudena -que bello nombre- vuelvo a pensar; porque sé que las palabras pueden ser bellas en si mismas. Su timbre, la topografía del ritmo, el matiz entre sus letras o la perseverancia de sus sílabas pueden definir personalidades. Almudena es fuerte y suave al mismo tiempo, esa es su virtud, ahí habita su belleza.

Si se llamase Inés, su fisionomía cambiaría. Como la cara de un Alfonso, no es como la de un Diego o un Ricardo, aunque sean trillizos. Pero definitivamente Almudena tiene gracia implícita en su sonoridad. Solo con su nombre imagino su actitud frente al mundo. Homérica. Belleza original, áurea. El mundo no es mundo sin Almudena.

Me giro y la veo.

No es Almudena. No tendría por qué serlo y probablemente tampoco se llame Almudena. Parpadeo, veo el anden y mantengo el oído afinado. La sigo escuchando, pero Almudena ya se ha ido. Ya la extraño.

 

***

 

Publicado en revista Madera #4 - Yo, 100 Héroes Íntimos.
Junio - Julio 2018. Madera Berlín. 
Captura de pantalla 2018-07-16 a las 6.27.13 p.m..png