Peces Embalsamados

Tengo peces embalsamados en la garganta

ordenados, mirando hacia arriba

como flechas puntiagudas en su estuche de cuero

cuero de garganta, y peces firmes, peligrosos

como balas ordenadas

en el tambor impaciente de un revolver

garganta cargada de pólvora invisible,

mirando hacia arriba, apuntando a mi cabeza desde adentro

apuntando como peces que apuntan a mi cabeza con desdén

peces flacos, firmes y viejos,

de tiempos de infancia, de adolescencia,

adolecen de ojos y de coraje

están en mi garganta ordenados, uno al lado del otro,

sus panzas se juntan en el medio

trabados por sus aletas

enganchados entre si, tan juntos

como peces embalsamados apretados en mi garganta,

no dejan pasar ni una aguja, solo un hilo quizás

un hilo de aire, o un hilo de voz, tan delgado

que se rompe al dudar, se rompe el hilo, se rompe el habla,

se rompe y se rompe quien me escucha,

queda bullicio y una garganta suplicante

y restos de timbre de sordera tambaleando

sordera interior, con cabeza entumida, fría de impotencia,

hilos de habla y peces apretados en mi garganta,

ordenados como flechas

y como balas, punzantes, letales

mirando hacia arriba, apuntando directo a mi cabeza.

Solo uno, un pez debe salir

y todo se soltará. Un pez deberá ceder

para que el hilo se haga flujo y el flujo rio, torrente y caudal

una aleta se debe quebrar,

como el punto critico del cristal

para que se destrabe, desenganche el tapón

hinchado de humedad putrefacta en mi garganta

una aleta de un pez embalsamado, alojado en mi garganta

se debe dislocar y eso siempre lo supe

a pesar de ser apuntando

por un arma desde adentro.

  

Así, ejercitando el cuello, con peces en la garganta

por años, soportando los embates de la corriente

y los peces y los hilos de voz

moviendo la cabeza a los 17 para afinar la vista y saber observar

ejercitando el pecho, para saber respirar a los 20

con peces ordenados en la garganta,

fortaleciendo los pulmones, para saber llorar a los 22

y tragando saliva, a través de las rendijas, entre espinazos y branquias

engrosando el torso, para soportar el peso del silencio

agrandando la boca, para llenarla de miedo,

y tragarlo por goteo, a los 24 desde la lejanía

fueron como peces ordenados en mi garganta

puntiagudos, mirando hacia arriba

como flechas en su estuche o un revolver cargado

estuche de metal, o tambor de garganta

cuando un día sin más, la noche abrió los ojos

y vi oscuro todo, ciego como piedra caliza

miré hacia arriba y quebré mi cuello

cuello quebrado de animal de noche

hacia atrás la cabeza y me hice de piedra

la nariz como lanza, alineada, diametral

y una sola, una sola nervadura, de una aleta, de un solo pez

cedió.

Cedió y el hilo se hizo flujo

y los peces embalsamados se pintaron de azul,

el flujo se hizo río,

tiñéronse de reflejo los salpicantes brillos

se abrió mi boca al cielo,

se hizo el rio torrente y caudal,

mis pulmones llenos de años explotaron

y volaron peces metálicos entre mis dientes,

metales pesados, escamas filosas cortaron el aire

cubrieron de espinazos el cielo,

de cuchillas quebradas

y en ellas se reflejó la tierra,

cuando zumbaron en el viento como balas,

saetas que desaparecen en la altura

Iluminando mi frente con destellos desconocidos

grité hasta que mis labios se partieron como canteras

grité colores sobre el viento,

sentí un orgullo topográfico

y cientos de grietas partieron el costado de mis ojos

enraicé los dedos de mis pies en la tierra, mi tierra.

Esa fue una respiración,

la primera respiración, de un ser vivo.

***

Publicado en Antología Hispanopoética en el Exilio por Pasajero del Muro. Editorial buch:buch, Berlín.
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